Hace tiempo que no me enfermo. Debe hacer como 2 años, mas o menos, desde que me hice vegetariano. Parece que es verdad eso de que el vegetarianismo es salud. Pero cuando era mas chico ¡uy! No sabes, cada 2 meses caía enfermo. Era por que tenia un bicho (bah, no se, por ahí todavía lo tengo...) que se llamaba estreptococo no-se-que-carajo-mas. La cuestión es que ese bicho me traía puntualmente y cada 2 meses angina. Pero no cualquier angina. Sino angina puntasia, una angina con bocha de pus en la garganta, que me deformaba toda la jeta. Jugo de durazno todo el tiempo tomaba, para que no mastique y se me rompiera todo el cuerpo... Horrible. Pero no solo me dolía la garganta, sino que c/ vez que me enfermaba, volaba de fiebre. 39, 39 y 1/2 y a veces mas grados de temperatura hacían que mis viejos se cagaran encima del miedo. Es que, lo peor de la fiebre, era cuando empezaban las alucinaciones. Ni el hongo mas podrido me traía las alucinaciones que me traía la fiebre. Con la fiebre veía bocha de flashes. Gritaba, me reía, mis viejos y mis amig@s se asustaban.
Pero sin duda, el día mas groso en mi vida enferma fue la vez que se me apareció Kurt cobain, chabon un flash! Les cuento:
1994. O no recuerdo bien, Pleno auge grunge, yo repartia mi tiempo entre andar en skate, comprar mis camisas grunge (esas a cuadritos) mi pedal x-torsion para mi guitarra, y obviamente le dedicaba gran parte de mi tiempo a las anginas.
Yo había recibido la noticia de la muerte de Kurt estando enfermo. Muy enfermo. Admiraba a ese chabon. Me acuerdo que tenia una stratocaster negra, igual a la de el. Su música, su vida realmente me copaban. Estaba como embobado con Nirvana. Eran alrededor de las 19 de la tarde de un día de abril algo caluroso. La fiebre empezó a subir. Y yo, que sabia como iba a venir la mano, decía «puta madre, que bueno alguien que este acá, que me cuide, que me de una mano». La fiebre debe haber actuado muy rápido, por que hasta hoy nadie pudo explicar lo inexplicable: Kurt Cobain enfrente mío. Frente a mi cama. Yo ahí acostado, destruido, y el chabon duro, sin pronunciar una palabra. Con sus pantalones rotos, su camisa a cuadros y su viola apoyada en el piso. Miraba como a un punto perdido, de forma desatenta, tal vez triste. Eso si era un legitimo fantasma: todo blanco, y me daba toda la tranquilidad, ahí quieto, sin siquiera pestañear. Solo atine a mover mi mano en un gesto de saludo desde mi cama. Sin hacer un solo gesto, ya con su tranquilidad me cuidaba, me respondía. Así pasaron unos cuantos minutos. U horas, no se. Sin darme cuenta, de un momento para otro ya no estaba, se habían ido fiebre? Tal vez.
Y vuelta a la realidad. Pastillas para la angina y... Jugo de duraznos para no masticar.